Una de las preocupaciones básicas de Don Juan Manuel fue la educación de los príncipes. Buscó, a lo largo de toda su obra, la formación de los grandes señores para las tareas políticas y guerreras propias de su tiempo, lo que puede apreciarse en los ejemplos de este libro. Así, el consejero culto encarnado en Patronio, contribuye con sus relatos a aumentar el entendimiento del conde Lucanor, y sus historias constituyen una guía para resolver los variados problemas que podían surgir en las tareas de gobierno. Recordemos que manejar los asuntos gubernamentales correspondía a los nobles o defensores, y a este grupo social se dirigía el autor. Los otros dos estados o clases se conformaba por los sacerdotes u oradores, y los labradores.
De ese modo estaba conformada la sociedad estamental de la Edad Media:
Oradores: sacerdotes dedicados a la tarea de salvación de toda la comunidad. Para Don Juan Manuel este estamento ocupaba el lugar más destacado en la jerarquía social, en concordancia con el carácter teocéntrico (Dios como centro de todas las cosas y orden terrenal que imita orden celestial) de la sociedad medieval.
Defensores: nobles (comprendidos desde el emperador hasta el último caballero) dedicados a la defensa de la comunidad y al gobierno de la misma.
Labradores: los encargados de sostenerla mediante su trabajo. Eran la parte desamparada de la sociedad, sometida a cualquier clase de injusticia, y los únicos obligados a pagar tributo. Considerados por Don Juan Manuel y los escritores de la época como "menguados de entendimiento, que por torpedat podían caer en grandes yerros non lo entendiendo".
La honra es uno de los temas fundamentales en el texto, entendiéndola no como la riqueza ni la nobleza de sangre, sino lo que cada hombre vale por sí mismo. Pero muchas veces el concepto de honra se mezcla con el de fama, es decir, la opinión pública, juicio valorativo de la sociedad.
Según Don Juan Manuel, la fama es algo que debe ser ganado, con esfuerzo y dedicación.
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